Hacía bastante tiempo que no me había vuelto a sentir como ahora. Esa sensación de haber quedado como una reverenda estúpida, de sentirte ridícula. Dices que solo pienso en mi, pero hoy fui la única que pensó en nosotros. No se muy bien como aceptar la realidad.
Siempre pensaba que tú eras aquella luz que me hacia brillar. Tú eras diferente a los demás, y por mucho que yo me empeñe en hacerte ver igual, tú contraatacabas de una manera inesperada. No es como si tu hubieses dejado de ser aquella luz, es que creo que yo nunca fui la tuya.
Más bien que ser tú luz, era tu punto oscuro. Fui la persona que destruyo lo bonito que teníamos. ¡De acuerdo! Lo admito, lo siento, no estuvo bien. Pero creo que los errores ya los he pagado, y que al final fui yo la que venció. Te transforme en un punto negro. Si, te arrastre conmigo.
Ya no tienes esa esencia tuya peculiar, ya no brillas, y por tanto, tampoco me permites a mi llegar a brillar. Te quiero por lo que fuimos, pero no por lo que somos. No se siente bien reconocer que yo fui la causante, pero la cosa es así.
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