Prometo publicar más seguido en esta Semana Santa ! Espero que les guste el nuevo capítulo ;)

Capítulo 8: Unos ojos azules, una madre desesperada y un "chupa chupa

Bueno, ya que este capítulo lo publiqué hoy por otras páginas, me pareció una tontería no hacerlo aquí, donde empecé esta historia.

Hola!! Por fin estoy aquí. Siento mucho haber tardado tanto en subir este nuevo capítulo, y siento también no subirlo hace tres días como prometí, pero me han surgido una serie de problemas.

El primero, es que me puse mala (porque si, en verano la gente se puede poner enferma) tuve fiebre y mi padre sobreprotector, no me dejo moverme de la cama, o en su defecto, del sofá.

El segundo, es que mi hermano llego.

Y el tercero, es que como sabéis no tengo ordenador. Así que se junto todo y no podía terminar el capítulo al que le faltaba poco. Pero al fin mi padre se ha dignado a reparar mi ordenador, y aunque no es demasiado rápido, sirve por lo menos para poder escribiros. 

Otro punto que quería comentar, es que el día uno de agosto me voy de vacaciones a la playita ^^ y por tanto no podré publicar esos días, que son exactamente diez. Claramente el primer día que vuelva de la playa, tampoco publicaré, y ni mucho menos el segundo día. Pero intentaré publicar antes de volver a irme de nuevo, porque si, ajajá este año me voy dos veces de vacaciones, la primera es con mi familia, y la segunda es con mi novio, que me iré el día 21.… hasta… (no me matéis) el día 4 de Septiembre ajajá. Y vuelvo a decirlo, claramente con que vuelva no publicaré, además, el 8 de Septiembre o por esas fechas son las fiestas de mi pueblo, y con nada más terminarlas tendré los primero días de clase en ¡LA UNIVERSIDAD! jajá jajá. Así que como veis tendré poco tiempo para publicar. Pero antes de que se me olvidé, intentaré que antes de irme este 1 de Agosto publicar un capítulo. Aviso que será pequeño, de tres hojas o algo por lo parecido, así que no os ilusiones demasiado (aunque esto no esta seguro). También espero que este capítulazo en que pasa alguna cosa extraordinaria recompense todo este tiempo sin subir capítulos.

Y ya el último punto, es que me gustaría que os paséis por mi novela nueva. Lleva solo dos capítulos, que seguramente serán un poco reformados, pero esta bastante bien, se titula : Te quiere, el tonto de todos los días.

Por cierto, ya que me ha costado mucho hacer este capítulo, porque me ha costado bastante, por favor, si os gusta comentar y votar lo. Lo subo con faltas de ortagrafia para que lo leaís cuanto antes, más tarde me encargaré de eliminarlas, y si veis alguna, podeís también puntualizarla en algún comentario. Ya si que por último ¡GRACIAS!



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Capítulo 8: Unos ojos azules, una madre desesperada y un "chupa chupa"



Estoy cansada, me duele el cuerpo y los párpados me pesan. Intento visualizar que me tiene encadenada al frío mármol del suelo, y entre el mareo, consigo distinguir los brazos de Ted rodeándome. Pocas veces en mi vida me había sentido protegida por un hombre, y esa ocasión era una de ellas. Aunque supiese que algo estaba a punto de estallar. No recordaba nada de lo que había pasado ayer, solamente acerqué mi mejilla a su rostro acariciándole suavemente para no despertarle. Aparté sus brazos de mí con cuidado, y una vez lo conseguí me dispuse ha andar hacía el baño. Sin embargo cuando me levanté, tuve que quedarme un buen rato apoyada en la pared. Me sentí magullada, pero esta vez no era como siempre, y eso produjo en mi un ápice de alivio. Las piernas me flaqueaban y desde ya, sabía que más tarde o más temprano caería de cruces contra el suelo.  Me sujete a los muebles mientras andaba y tocaba la pared para guiarme.


Cuando me miré en mi reflejo a larga distancia, pude observar una marca roja rodeando mi cuello. Fruncí el ceño y delicadamente me acaricie. Me acerqué al espejo para poder ver todo más claro, pero como ya intuí, me caí de culo al suelo. Ahogue un grito desgarrador que quemó mi garganta. Me agarré el culo fuertemente mientras intentaba tragar la mayor saliva posible para calmar la quemazón de mi garganta. Una vez sentada, descase contra el pilar del lavabo y me esforcé para que mis ojos no se cerrasen.


No me gustaba sentirme así, débil. Odiaba no tener conocimiento de lo que estaba pasando, me exasperaba y siempre acaba mordiéndome las uñas. Me lleve la mano a la frente para procurar exterminar la ansiedad que estaba surgiéndome dentro de mi. 


Y una vez retiré mis dedos, pude ver un jarrón de jazmines detrás del váter  acompañado de una nota. Gatee empapándome las rodillas, y entonces, ahí me di cuenta de que algo realmente grave estaba ocurriendo. Toquetee el agua derramada por el baño como si fuese la primera que la hubiera visto. Después, preocupada, me lleve los dedos a la nariz. Olí esperando de que se tratase de una broma, pero no lo era, y miré aún más atrás notando que provenía de la bañera. Aún más alarmada si podía ser, agarre aquella nota que descansaba entre las flores y la base del váter.


“Te lo advierto, no vuelvas ha intentar jugármela. ATT:A “


Confusa me arrastre hacia el videl, y con su ayuda logré ponerme en pie, corrí aquella cortina de margarita azules que compramos hace menos de dos semanas Ted y yo. Lo hice rápidamente. Odiaba que me diesen tiempo para poder asimilar las cosas. Yo no era una cobarde. Débil sí, pero no cobarde. 


Un montón de jazmines pisoteados y mal cortados inundaban la bañera. Tenían un color menos vivo, menos bello. Al asomarme pude vislumbrar unas tijeras al fondo de la bañera y sumergí mi mano para alcanzarlas. El agua se desbordó mojándome los pies.


¿Estas son las tijeras…? , pensé en alto sin poder creérmelo, aquello era una locura, una despiadada locura. No podía ser que una persona en su sano juicio planease planes tan calculados y perversos, simplemente no podía. Pero todo estaba ahí, como prueba de mi incredulidad. Los jazmines, las tijeras ¿Qué mas quería para darme cuenta de que tenía a un vil hombre detrás de mí?. Sí, todo puntualizaba a esos jazmines fueron cortados por mí días antes con aquellas tijeras. Horrorizada ande rápidamente hacia la habitación, me acomodé en cuclillas y zarandee a Ted levemente. Viendo que no despertaba de su sueño, volví a sacudirle esta vez con más ímpetu.


Su ojos se abrieron de sopetón y pude ver en ellos una migaja de miedo. Nada más notar mi presencia se levanto del suelo conmigo y se tiró a la cama llevándome con él. Por alguna razón mi cuello dio un tiron de dolor y chille como descosida. Ted se separo un milímetro de mi, mirándome como si en cualquier momento fuese a perder la cabeza y volverme loca. Me sujeto de la cara. Y yo miré fijamente esos ojos azules.


- Oh- Logró solo decir como si estuviese viendo al mismísimo Dios- Pellízcame- Pidió.
- Mira que a veces eres estúpido Ted.
- Esto debe ser un sueño.
- Ni que te hubiese besado- Dije dándole un toqué burlón a esa situación tan lúgubre.
- Tú...Tú- Tartamudeo- Tú estabas muerta, yo te tomé el pulso.
- Si esto es una broma...- Le avisé.
- ¿Es que acaso no te acuerdas?- Fruncí el ceño intensamente, devanándome los sesos para poder llegar a recordar que había pasado ayer. ¿Por qué Ted estaba tan demacrado? Había tantas cosas que no entendía- Pelea de gatas- Susurro.


Un pinchazo dio en mi cabeza como un látigo. Y rápidamente todo comenzó a cobrar sentido. Los jazmines, la marca en el cuello, mi mareo. Varias imágenes bastantes difusas empezaron a invadir mi mente instantáneamente. Una de tras de otra, como diapositivas. Diapositivas que quería eliminar.


Miré a Ted con temor, acordándome de todo lo sucedido el día anterior. Me levantó ágilmente de la cama tirando a Ted de la cama, y me miró en el espejo de mi tocador más detenidamente. Una gran mancha roja (tomando ya el color púrpura) rodeaba toda la longitud de mi cuello. Escandalizada lleve mis ambas manos al cuelo y rápidamente las separé al producirme dolor. Miré mi reflejo con asco, ¿Cómo podía haber permitido que alguien me hiciese eso? Claramente, a mi nadie me tocaba al menos de que yo misma hubiese querido, y ese bastardo mal nacido lo había echo sin mi consentimiento. ¿Y que debía hacer ahora?¿Quedarme de brazos cruzados? Quizás yo le subestime, pero el no sabe cuanto me ha subestimado a mi.


- ¡Oh dios mío!- Chille, tapándome la boca al momento mientras unas lágrimas amenazaban por salir.
- No te preocupes- Noté a Ted agarrándome de la cintura por detrás.- Tranquilízate, lo importante es que estas bien.
- ¿Bien?- Alcé la voz mientras le enseñaba la marca- ¿A ti esto te parece bien?. Mira, quien sea ese jodido acosador de mierda que le sobra el tiempo, se va a enterar- Dije andando enfurecida por el pasillo mientras notaba como el mareo se iba desvaneciendo.
- Ah no no- Me agarro de la muñeca haciéndome girar.- No puedes seguir exponiéndote de esa forma.
- Ese capullo se va cagar- Dije encolerizada, pero Ted me sujeto el rostro fieramente, impidiéndome mirar hacia otro lado y menos caminar.
- Mírame, tú no vas ha hacer nada. ¿Me oíste? Los que si lo van ha hacer son los policías.
- ¿Qué policías ni que ocho cuartos? Ese cabrón esta por ahí suelto riéndose de mi. Será asqueroso. 
- Estate quiera- Dijo entre dientes.
- ¡Yo no le tengo miedo!- Le grité intentando escapar de sus manos.
- Pero yo si- Soltó, deteniéndome por completo.
- Entonces no te involucres Ted
- Estoy preocupado por ti- Volvió a decir dulcemente.
- Yo no necesito que nadie se preocupe de mi- Dije mientras me deshacía de sus manos y tomaba una bufanda y el abrigo del perchero. Abrí la puerta dispuesta a irme cuando su voz me paro.
- No hagas ninguna locura- Dijo con la cara desencajada.
- Tú tampoco Ted- le avise, mirándole de hito en hito amenazadoramente.




Nada más cerrar la puerta con fiereza, me abotoné la chaqueta y colgué el bolso en mi brazo. Si algo odiaba en esta vida es que intentasen controlarme, manipularme y ayudarme. En más de una ocasión ya he demostrado que se cuidarme por mi propia voluntad. Y más de una vez he sido manipulada y controlada, para permitir que vuelvan a llevar mi vida como les plazca a la gente. Yo soy como soy, y si a alguien no le gusta, yo no le he pedido que se mantenga a mi lado.


Mas tarde, di unas cuantas vueltas entre los callejones de aquella fría cuidad. Era realmente fría. Podías ver mil caras y ninguna conocida, si llorabas, la gente no le daba importancia. Era una de las cosas que extrañaba del pueblo, de papa y de mama. Pero como siempre, yo ya me encargué de estropear todo eso que me hace feliz.


A veces, y aunque nadie lo sepa, cuando bajo las escaleras me quedo parada en el cuarto escalón echando de menos que él este ahí esperándome.


Suelto un profundo suspiro, como si así se escapase de mi todo lo que me contamina. 


Y luego más tarde esta Ted y ese revuelto de sentimientos que ha comenzado a crear en mi. Por más que le de una patada en el culo y le cierre la puerta, no se como lo hace, pero vuelve a entrar. Será que se cuela por la ventana, por mi mente, o llega con un tanque.


Pero no es el momento de sentimientos. A veces ser uno mismo es una tarea difícil. A lo largo de nuestra vida nos engañan, nos mienten, nos hacen daño. Por ello ¿Alguna vez no te has permitido sentir? ¿Alguna vez te has conformado con lo que tenías?. ¿Alguna vez, has perdido más por no arriesgar?. El miedo te paraliza, te congela. Intentas no tener sentimientos. Intentas permanecer impasible y mordaz a cualquier lágrima, a cualquier sonrisa. Decides no sentir, no tocar... no volar. Decides callar, estarte quieto. Decides la soledad, la oscuridad. Pasan los días, y tú mascara sigue compacta y sólida como el primer día. Estas viva, pero te sientes muerta, vacía. Te sepultas viva. Te aíslas…


Como el típico cliché de película romántica unas cuantas gotas caen del cielo. También eso, odio la lluvia. Los días de tormenta siempre son los típicos días que alumbran a cualquier pareja a declararse debajo de la lluvia, a besarse y comerse con los ojos. Pues bien, ¿Por qué a mi nunca me ha pasado?.


Abro la mano verticalmente dejándome mojar por unas cuantas gotitas. Gotitas que se forman en gotas, y que a su vez, en lluvia. Como si el mismo tiempo climático entendiese mi estado de ánimo la lluvia comienza a caer con mas fuerza y al final no me queda de otra que salir corriendo hasta la parada de un autobús. Ahí resguardada hago el amago de calentar mis manos con el aliento de mi boca, pero no funciona. Me acurruco en la esquina de la parada sentándome en un banco metálico y apoyo mi cabeza contra el cristal. Miró al frente intentando adivinar de que me sonaba esta situación, y acabo recordando aquellos días en los que me paso a ver los trenes pasar de largo.


Tenía la esperanza, en aquel barrio mugroso, de que el día se terminase lo más pronto posible. Unos pasos hicieron levantar mi cabeza y me encontré con un muchacho, de mas o menos mi edad, sentándose al lado posterior del mío en aquel banco. Le mire por el rabillo del ojo y le pille airándome fijamente.


- ¿Tienes mechero?- Me preguntó sonriente, y como no tenía fuerzas para soltar alguna frase inteligente que le dejase claro que no soy ninguna presa dije
- Si- Rebusqué entre mi bolso y ví que tenía doce llamadas perdidas de Ted, maldito pesado, pensé.
- ¿Lo encuentras?- Preguntó sacándome de mis pensamientos. Sonreí afablemente mientras le tendí un mechero con dibujos de vacas. Sacó su cigarrillo del paquete y cogiendo el mechero que le tendí lo encendió. Dio una larga calada y me miró nervioso. Fruncí mi entrecejo intentando adivinar sus propósitos, pero el solamente dio una calada detrás de otra.


Cada vez hacia más frío, y para colmo la maldita lluvia no paraba. Mi pelo estaba mojado y chorreaba mojándome los pantalones vaqueros.


- Ouch- Dijo lamentándose de algo- Que estúpido soy, no te he ofrecido, ¿Quieres?- Preguntó sonriendo burlón mientras me tendía el paquete de tabaco.


Nunca en mi vida había fumado, ni siquiera un poco. Tampoco entendí las razones de porque la gente fumaba, pero en ese momento no supe hacer otra cosa que coger uno y soltar un: 


- Gracias.


El me miró anonadado, extrañamente confundido, y por primera vez me hizo sentir demasiado incómoda. Esta vez me tendió él el mechero y antes de llevarme el cigarrillo en la boca le confesé:


- Nunca he fumado.- Su rareza se esfumo y comenzó a carcajear ruidosamente. le miré extrañada, comenzando a enrabietarme.
- Anda trae- Me quito el cigarrillo de mi mano para posarlo en sus labios. Suspiré, dándome cuenta de lo patética que estaba pareciendo.
- ¿Te parezco mala persona?- Le pregunté al desconocido.  él volvió a mirarme fijamente, analizándome para después revelar su resultado. Miré hacia todos los lados nerviosa por su respuesta.
- No- Dijo al fin, con una sonrisa de suficiencia. Suspiré más prolongadamente.- ¿Estas bien?- Preguntó colocando su mano en mi rodilla. Me sorprendí y bote en mi asiento.
- ¿Te parezco atractiva?- Pregunté seductoramente. No sabía bastante bien a que venía esta actitud tan besuga, pero continué con lo que quiera que mi mente estuviese planeando.
- ¿Por que preguntas?- Me encogí de hombros avergonzada- Si no tuviese novia podría contestarte- Dijo avergonzándome aún más- Pero como tengo debo levantar mi culo de este asiento si no quiero que mi novia me mate. Un placer conocerte- Dijo mientras se levantaba del metálico asiento, cruzando toda la carretera para llegar a la parada del frente, debido a que al parecer su autobús no pasaba por este lado de la acera.


Abochornada, me levante de mi asiento para volver ya ha casa, no sin antes girarme para poder ver por última vez a aquel muchacho.


Pero no pude dar un paso más haya después.


Unos ojos azules celestes me miraban fijamente desde la otra punta de la acera. Estaba apoyada en el cristal de la parada, sonriéndome dulcemente con sus labios pintados de rosa. Un mechón con reflejos dorados volaba suavemente a su alrededor haciéndola ver como una diosa. Nunca entendí como ella hasta en los peores momentos, se veía bella. Alzó una ceja, y pude sentir que me decía con su mirada, Tú puedes. Tenía un maquillaje tan natural que parecía la típica chica de portada. Vestía una camiseta ligera blanca con unos vaqueros ceñidos a sus bonitas piernas y tacón beige acompañado de un bolso del mismo color. Su pelo tenía al menos cinco dedos más desde la última vez que la vi. Fui a levantar mi mano para hacer cualquier seña de que se acercase, pero me quede por el camino y mi mano cayó. Su sonrisa se ensancho aún más al ver mi desconcierto, y una lágrima se asomaba por mis largas pestañas pastosas. Ella ya no parecía tan joven, tan ángel. Más bien ahora tenía más similitud a una  striper explosiva. Su cuerpo al igual que el mío, ya no nos dejaba en ridículo. A ella le había crecido unos pechos nada despreciables y su figura curvilínea podía excitar hasta a una chica. Era terriblemente encantadora.


Pestañee con miedo a perderla de vista, o a que simplemente todo esto hubiese sido solo una locura mía más. Pero ella seguía ahí, y parecía tan real. Yo quería andar, quería correr hacia ella y abrazarla. Tenía tantísimas preguntas en el borde de mi garganta, que ninguna salía a flote



¿No estabas muerta?- Vocalice con mis labios con la esperanza de que ella llegará a comprenderme.




Con su pelo juguetón y esa sonrisa de niña pequeña negó con la cabeza. Justo un rayo de sol salió entre toda la tormenta y mientras ella meneaba la cabeza de lado a lado, los reflejos dorados de su cabello brillaban. Quise llevarme las manos a la cabeza y cerrar los ojos hasta que esta ilusión terminase, pero tenía miedo de que ella verdaderamente estuviese viva y yo desperdiciase este tiempo.


Por fin, reaccioné ante la situación y comencé andando deprisa para acabar corriendo, no obstante, nunca me había parecido tan largo el camino hacia la otra acera. Ella seguía allí mientras yo corría en su búsqueda, con esa sonrisa tan dulce que te hacía olvidarte de todos los problemas, estaba ahí, parada, como si supiese que nunca llegaría a ella. Como si no estuviese a tan solo siete metros de tirarme a sus brazos. Ella solo estaba ahí, apoyada como una estatua. Todo en ella era tan relajante, tan armonioso.


De pronto unos brazos me tiraron a la calzada y acabé dándome un buen porrazo contra el asfalto. Auch, me quejé. Miré quien estúpido me había tirada y me encontré con el chico de antes. Fruncí el ceño nerviosa mientras no podía parar de mirar su gorro gris, y esta vez pude fijarme en la pistola que guardaba debajo del abrigo.


- ¿Estas bien?
- Que coño haces, estúpido- Grite desesperada. Ella estaba ahí, a tan solo un pasos. Y yo aquí, haciendo el memo con un memo.
- Valla, no pensaba que tenías esos humos- Dijo separándose un poco de mi
- Ni yo que eres un lelo que no miraba por donde va.- Sacudí mi mano indignada, y cuando quise darme cuenta de que tenía otras prioridades un autobús rojos estaba enfrente mía. La niña que se asomaba por la ventana, pegaba su boca abierta en la ventana formando bao.- No, mierda.


Corrí rodeando el autobús lo más deprisa que pude, pero cuando llegue a la parada, ella ya no estaba ahí. No había nada, ni ojos azules, ni reflejos dorados, solo un asiento metálico vacío y un agujero en mi pecho que no me dejaba respirar bien. Miré hacia ambos lados buscándola, suplicando que apareciese, pero no había rastro de ella. Quizás al final ella no era tan real.


- ¿Oye estas bien? Te diste un buen golpe.- Me giré chispando de furia, le miré amenazadoramente y di un paso firme hacia el con la intención de intimidarle.

- No, no estoy bien, fíjate- Dije ruda- porque un imbécil me ha tirado a la puñetera carretera. ¿Estas loco o que? Podía haber pasado un coche y aplastarme el cráneo- Dije enrabietada. 
- Tampoco es para que te pongas así.
- Me pongo como me sale de la chirla- Dije ocasionando una risita suya.
- Solo no quería que te atropella se el autobús ¿Tampoco es tan malo no?
- Si nada en ti anda mal, entonces ¿Por qué llevas una pistola?


El chico comenzó a ponerse nervioso sin saber que buena excusa darme.


- Eso no es de tu incumbencia.
- Ni la tuya apartarme del maldito autobús.
- ¿Es que acaso querías matarte?
- ¡Que más te da lo que quería o no hacer!- Grité



Giré sobre mis talones suspirando un Será idiota y volví para casa. Para cuando llegué Ted estaba dando vueltas por el salón hablando con alguien por teléfono. Colgué la bufanda, el abrigo y el bolso y me apoye en el marco de la puerta. Ted se giro y al verme dijo:



- Te dejo, ya ha venido.



-¿Ya ha venido? ¿Con quien hablabas?- Le pregunté.
- Ven debemos hablar seriamente.- Vino hasta mi, me agarro de la muñeca y nos sentamos en el sofá.- Se lo he contado a mi padre.
- Joder Ted- Me levante cabreada- ¿No podías mantenerte callado?
- No de acuerdo. Además mi padre siempre sabe bien que hacer hasta en las peores situaciones.
- ¿Y que estupenda idea se le ha ocurrido?
- Quiere que llamemos a la policía.
- Ted, esta discusión ya la hemos tenido, no voy a ir a la policía.
- ¿Y que quieres? Que alguien te este merodeando todo el santo día.
- No esta de más ser popular para alguien- me encogí de hombros y el soltó un bufido cansado.
- Pero no te das cuenta de que estas en peligro, ¡necesitas ayuda!¡Por el amor de dios!- Gritó.
- Yo no necesito la ayuda de nadie- Dije firme- ni siquiera la tuya, Ted.
- A es verdad- Dijo alzando las manos provocando una escena dramática- Se me olvida que la señorita era autosuficiente. Pues déjame decirte que a veces uno no esta mal que se deje ayudar por los otros. Que a veces necesitamos ayuda.
- Yo no necesito la ayuda de nadie. Y esta tonta conversación se queda aquí, Ted.- Le apunto con el dedo- No se te ocurra comentarlo con nadie más, sino, de verdad te las vas a ver conmigo


Ande hacia mi habitación y me encerré sola. Todo era tan extraño. El anónimo, la marca en el cuello, lo jazmines, la preocupación de Ted, Ella en la parada, y después como siempre, la culpa. No podía hablar con los policías, simplemente no podía contárselo a nadie, y eso, me hacía sentir sucia y asquerosa. Estaba con las manos manchadas en toda esta situación. 


Si yo llamo la atención de los policías debía contarles toda la verdad, y con ello, aquel mensaje lioso que ha estado en mi mente demasiado tiempo. No. No podía. Ella estaba muerta, ella no podía estar viva. Ya no podía hacer nada por ella, entonces…¿Por qué auto culparme de su muerte? Por que mandar mi vida a un asqueroso calabozo. Sí, era egoísta, era asquerosamente egoísta, y lo sabía.


Pero más egoísta era pensar, que de verdad la chica que estaba hoy en la parada del autobús era ella. Era egoísta pensar que Cristina seguía viva. Y más egoísmo por su parte era no venir ha decírmelo.


De repente, si ya tenía poco (notose la ironía) con todo lo que se me estaba viniendo encima, mi madre apareció por la puerta con una gran sonrisa.


- ¡Hola cariño!- Chilló mientras dejaba un montón de bolsas encima de la cama- He venido a verte.


Solo pude sonreír. Había pasado por lo menos ocho meses desde la ultima vez que vi a mama, ella siempre acompañaba a su nuevo novio yogurin a todo sus nuevas locuras. Parecía que se había olvidado completamente de que tenía una hija


Su cabello estaba de un tono anaranjado que la daba un aire más juvenil. Vestía un vestido de vuelo, que con cada movimiento se alzaba.


- Hola- Dije cortada mientras se aproximaba a mi. Me dio dos besos y después se sentó en la cama moviendo las piernas como una niña pequeña nerviosa.- Mama ¿Por qué has venido?
- ¿Acaso tengo que venir por algo?- Preguntó, haciéndose la ofendida- Acaso no puedo venir a ver que tal esta mi hija, solo.
- La verdad es que como nunca lo has hecho, por ende, no mama, no has venido solo para verme.- Soné más rencorosa de que lo que quise.
- De acuerdo, vale vale- Dijo alzando las manos al aire como si estuviese acusándola de algún gran crimen. Pero en verdad, abandonar a tu hija, debería ser un gran crimen- Si no te gusta mi visita- Agarro todas las bolsas- No veo el motivo de estar aquí más tiempo, Adiós cariño- Se giro sobre sus talones, y ando con el mentón en alto, intento mantener su orgullo.


Me quede quieta, viendo como volvía a irse de mi vida. Normalmente cuando ella venía, hablábamos. De chicos, de cabellos, de si ya he tenido mi primara vez. Yo me horrorizaba y ella acababa riendo resultona. Yo hablaba y hablaba intentando mantenerla el mayor tiempo posible, porque sabía que cuando ya no tuviese más cosas que contarla, ella se iría tan rápido por esa puerta que como entró.


Normalmente cuando venía a verme, solía ser porque tenía problemas con su yogurin. Ella le sacaba al menos doce años, y a él le gustaban las fiestas. Y mama, como celosa compulsiva que era, venía corriendo a mis brazos para que la consolase y la confirmase que no la dejaría. Pero claro, que podías imaginarte de un hombre que ya le fue infiel una vez, y que seguramente, no le cueste nada volver a serlo. Yo todavía no lograba a entender que hacía mama con aquel hombre, cuando tenía a papa, dispuesto a todo. Papa siempre fue caballeroso y la respetaba, y nunca haría algo para hacerla daño.


Suspiré cansada, sin saber que tenía que hacer. Llevaba tanto tiempo sin verla, que mi parte más sentimental quería echar a correr detrás de ella. Asfixiada, acabé corriendo a través del pasillo y sujete su mano.


- No te vayas mama- Dije con la voz débil y rota- No te vayas- Susurré agachando la cabeza. Ella giró, mostrándome sus lágrimas y no pude hacer otra cosa que tirarme a sus razos y romperme en mil pedazos.- T-t-te quiero- Dije hipando y sobandome la nariz.
- Yo también cariño
- Siento lo que te dije mama.
- No- Susurró como si estuviese cantándome una nana- Yo tengo la culpa. Desde que papa y yo nos separamos, te he abandonado.


Y así terminamos llorando como dos magdalenas, arrepintiéndose cada una de lo sucedido. Al fin se separó y se deshizo de mi abrazo y con su mano, borró las lágrimas sueltas que todavía seguían circulando por mi rostro.


- Te he necesitado tanto- Dije. Ella me miró asombrada y después asintió con su cabeza sintiéndose pesarosa.
- No he sido buena madre.
- No digas eso- Dije posando mi dedo índice en sus labios. Yo sabía que no había sido buena madre, pero dolía escucharlo.
- Te he dejado sola después de todo lo que viviste, solo me preocupe por mi, como una autentica egoísta.
- Mama no pasa nada, te perdono- Acaricie su mano.
- Igualmente no esta bien. No me había dado cuenta de todo hasta que no me lo has hecho ver. Habrás atravesado por millones de cosas sola, necesitando el apoyo de tu madre, necesitándome. ¿Y yo mientras que hacia? Irme de viajes con el estúpido de Jean.


Me sobé de nuevo la nariz, sintiéndome orgullosa de mi madre y de sus palabras. Por fin se daba cuenta ¡Aleluya!



Cuando giré mi cabeza sintiendo una mirada fija en mi, me encontré con los ojos azules de Ted. Esos ojos azules que me recordaban a los de ella. Y a la parada.
Ladee mi cabeza y fruncí el ceño.


- Bueno, y… ¿Quién es este chico tan guapo?- Me susurró mi madre en la oreja coqueta.
- Nada, un compañero de clase.- Mi madre alzo la ceja, incrédula.
- Cariño, que haya estado mucho tiempo desaparecida, no me convierte en estúpida.- La miré extrañada y ella carcajeo- Al pasar a tu habitación he visto tirados unos calzones en la cama de la habitación de al lado.


Rodé los ojos, maldito Ted. El mismo dicho, se aproximó asta nosotras y me sujetó de la cintura.


- Un gusto- Articulo caballeroso- Yo soy el nuevo compañero de piso de su hija, y además, su novio.


Lo miré alarmada. ¿Mi..?¿Mi…? ¡¡¿Mi que?!!
Mi madre me miró burlona.


-Ya era hora hija- Dijo, codeándome en las costillas de manera amistosa, mientras yo seguía alucinada.
- Aquí ha habido una confusión- Logré decir.
- Cariño- Me contestó mama- No hace falta que lo escondas. Solo ¡Os gustáis!- Gritó emocionada abochornándome.
- No mama es que…
- Ya cariño, tranquilízate. ¿Entonces ya?-Dijo, volviéndome a codearme.
- ¡Mama!-Chillé horrorizada como siempre hacía, nunca podré reaccionar de otra manera. Y ella sonrió resultona.


Sin poder evitarlo me uní a su risa, y acabamos los tres riendo. Miré a Ted con ternura, y le dirigí una cariñosa sonrisa.


- Hay…- Suspiró mi madre- Lo que hace el amor.


Después Ted hizo la comida mientras mi madre y yo nos poníamos al día. Comimos, y desde hace mucho tiempo que no sucedía, me sentí en familia.


- Tenías razón- Masculló mi madre mientras comíamos- Vine por una cosa.
- ¿Qué pasa mama?- Pregunté agudizando mi oído.
- Jean y yo nos hemos dado un tiempo.- Solté un chillido ilusionada, y sin poder contener mi reacción me levante de la silla y la abrace mientras saltaba. Cuando me separe de ella, pude apreciar sus ojos cristalinos y como movía su tenedor vagamente por el plato.
- Lo siento mama- Dije avergonzada por mi reacción- Pero ese chico no te hacía bien.
-  Elsa- Respondió sería- Solo nos hemos dado un tiempo.


Volví a sentarme en silencio y me comí un par de macarrones. Ya no tenía hambre.


- ¿Necesitas un sitio donde quedarte?- Esther asintió avergonzada- Entonces quédate aquí mama, hay una habitación de invitados.
- Gracias- Susurró.


Todo volvió al silencio hasta que mi madre con una sonrisa pícara preguntó:


- Y vosotros dos ¿Por qué no dormís juntos?- Me sonroje y no pude contestar, que gracias a dios, el mismo que nos metió de este lío nos saco con un:
- Si si dormimos juntos, es solo que mis cosas las dejo en la otra habitación para no mezclar.


Tuve el instinto de, uno, llevarme las manos a la cara, o dos, darle una colleja a Ted. ¡Y yo que pensaba que lo iba a arreglar!


- Entonces cariño- Siguió mi madre- No hace falta que ordenes la habitación de los invitación, dormiré en la de al lado.-Fulminé a Ted mientras el sonreía extensamente.


Necesitaba despejarme de todo aquello, de todo aquel día. Sus ojos azules celestes no paraban de aparecer en mis recuerdos y yo me preguntaba si realmente ella podría seguir viva.


Me arreglé y me despedí de mama y Ted, cogí el coche y me puse en rumbo a aquel pequeño pueblucho en donde viví toda mi vida. 


Estaba incómoda durante todo el viaje, intentando saber como me sentiría cuando pisase aquel suelo. Aquel que algún día pensé que no volvería a pisar. Hice una parada para repostar gasolina, y luego seguí mi rumbo. Después de una hora en coche, llegue a mi antigua casa. Cuando llegué no pude hacer otra cosa que mirar atemorizada por la ventana. Esa era la vida que tenía. Me encogí de hombros sintiendo escalofríos por todo mi cuerpo y mas tarde decidí salir de aquel coche. Me apoye en el lateral, sin quitar la mirada de la casa, y después de soltar un gran suspiro me encaminé. Abrí la puerta del patio paseando por aquel caminito de piedras que mi padre hizo cuando yo era pequeña. Sin tener todavía la valentía de llamar a la puerta, y rememorar todos aquellos recuerdos que estaban encerrados en aquella casa, me senté en los escalones debatiéndome.


Podría haber ido a la discografía, pensé. Arrepintiéndome de haber venido hasta aquí. Esto no iba a ser bueno. 

Debería haber mirado si papa estaba en el trabajo, quizás no estaba aquí, y solo había venido para hacerme daño. 

Me levante del escalón con la intención de irme, pero de repente el ruido de una puerta sonó detrás de mí y pude escuchar su voz ronca.


- ¿Elsa?- Preguntó mi padre. Me giré sin tener otra alternativa. Vestía con unos pantalones mugrosos de estar por casa, y tenía la cara demacrada. Camine con miedo todo el camino, hasta que Tom me invito a pasar. Nada más un pie en aquella casa miles de recuerdos llegaron a mi mente. Sonreí, recordando aquel día que Tom me levantó el castigo y Cristina apareció para llevarme a una fiesta. Recordé a mama y a papa juntos. Y también le recordé a él. 


Respiré intensamente, sintiendo que me faltaba el aire para afrentarme a todo aquello. Pero papa estaba aquí, y yo por fin tenía una oportunidad para arreglar una de las mejores cosas que estropee.


- Mama esta en casa- Tom se sorprendió, y yo desvié mi mirada hacia el salón.

Había un bol de palomitas y una película romántica en la televisión. Si, yo tenía que arreglar esto.

- ¿Qué quieres decir con que mama esta en casa?- Preguntó desconcertado.
- Jean y ella se han dado un tiempo.


Al principio se sorprendió, pero mas tarde cerro la puerta y se acomodo en un su sofá, agarro el bol de palomitas y me tendió.


- ¿Quieres? Son acarameladas.
- Papa, tienes que recuperarla.- Pero el negó mientras intentaba concentrarse en la película.
- Elsa, aquí nadie tiene que recuperar a nadie.
- No puedes seguir aquí-Dije acercándome velozmente y sentándome a su lado- ¿No te ves? Estas destruido sin ella.
- Vaya, gracias- Dijo retirando su mano de la mía.
- ¿No lo entiendes? Tienes una oportunidad, y quizás no vuelvas a tener otra igual.
- Elsa, tu madre y yo lo dejamos.
- Pero tu la quieres, y ella también te quiere. Tenéis que volver, la necesitas.
- Cariño- Dijo mirándome de hito en hito- a veces me pregunto quien de los dos quiere más que vuelva.
- No digas eso- Me acerqué aún más a él- Yo se que la sigues queriendo papa.
- Y yo solo se que esta con un chico al que le saca doce años.
- Ya sabes lo infantil que puede llegar a ser a veces.
- Lo se. Me case con ella. Pero ¿porque tan rápido tuvo que buscarse a otro? El otro día se paso por aquí con él, me estaba exigiendo que la mandase las cartas extraviadas que llegasen aquí. Como si a mi me importasen sus estúpidas cartas.
- Papa- Le volví a mirar fijamente- ¿Todo bien?
- Si- Colocó su mano en mi hombro- todo lo bien que puede ir. ¿Y tú?¿Todo bien?- Preguntó mientras recorría con sus ojos la casa.
- Todo lo bien que puede ir- Utilice su misma respuesta.- Te quiero.
- Y yo cariño.
- Sí-Dije agachando la cabeza, derrotada- pero no se como puedes seguir haciéndolo.
- ¿Por qué dices eso amor?- Me levanto la cabeza con su mano.
- Yo os destruí. Destruí todo. Cuando veo esta casa, no la veo como hace tres años. Parece sola, no parece un hogar. Y todo fue mi culpa.
- Eyeyeyei, esto no fue tu culpa. Tú no decidiste ni por mi, ni por tu madre.
- Ya, pero podía haber decidido quedarme aquí, con vosotros.
- ¿Y destruirte?
- Ahora se ve mejor opción que haberos destruido.
- No quiero que te sientas culpable.
- Pero lo soy. Yo os separé, separé una de las cosas más bonitas que había visto en mi vida. ¡¿De verdad crees que puedo seguir mi vida tranquila?!- Pregunté elevando la voz- No hay un solo día que me duerma tranquila. Que me duerma pensando en que todo esta bien. ¡Por qué nada esta bien!. Tú estas aquí, creando mugre en el sofá, viendo todo el repertorio de películas románticas posibles que hay en la estantería, alimentándote de guarrerias. Y mama esta con un tipo que no la trata bien, que la deja sola por las noches y la es infiel con otras más jóvenes que ella. Y ella solo sabe llorar. ¿Pero sabes por lo que de verdad creo que llora? Creo que llora por haberse alejado de ti. Llora porque ya no tiene la familia que tenía. Pienso que llora porque tu no fuiste detrás de ella rogándola que no te dejase. 
- Cariño- Dijo secándome esas lágrimas que no sabía que habían empezado a brotar.- A veces las cosas cambian- Se encogió de hombros- Y uno, debe acostumbrarse a ellas.
- Necesito que volváis- Dije- necesito veros juntos y darme cuenta de que al menos, he podido arreglar una de las que he estropeado. Necesito veros como antes. Lo necesito para poder ser un poco feliz.
- Sabes que eso no va a pasar.
- ¿Por qué los hombres sois tan orgullosos papa? ¿Por qué no vas detrás de ella?
- No es orgullo cariño. Es dolor.
- ¿Y por qué?¿De donde viene ese dolor?
- No te das cuenta, ella se alejo de mi, se olvidó de mi. Me cambio por otro, como si solo hubiese sido un juguete para ella.
- Eso no es justo- Dije poniéndome en pie- Tú sabes como es ella.
- ¡Si, pero hay cosas que uno puede olvidar!- Alzo la voz levantándose al igual- Y por más que lo intentes, no se puede. Me siento traicionado. 
- ¡Pues olvídalo!¡Olvídalo de una vez!- Dije, mientras me daba cuenta que los dos nos encontrábamos llorando- Corre a por ella ¡Recupérala!
- Eso si que no es justo. ¿Hace cuanto tiempo que no visitas la tumba de Cristina?- Eso fue un golpe bajo- ¿Hace cuanto que no vienes a casa para ver como están las cosas? Yo también te podría decir lo mismo. ¡Recupera tu vida!.



Le miré, dolida. Dolida por sus palabras y sus gritos. No valía eso y el lo sabía. ¿Quién era ese hombre que estaba en frente mía? Ese hombre que me echaba en cara mis errores, mis equivocaciones y mis locuras. El genio podía notarse en su cara. Me miraba con odio, y aunque me doliese admitirlo eso me hizo sentirme un poco más en paz. Si, me merecía sus palabras de desprecio, al fin y al cabo, yo le deje solo.

Ese era ni más ni menos el monstruo en el que le había convertido. En un parasito, anclado en el sofá. Hay estaba lo que yo genere, lo que yo destruí. Hay, ante mis ojos, todo se podía ver más claro. Estas son las consecuencias de mis actos. Asentí ante sus palabras, y me giré para recoger mis pertenencias e irme de allí.

Aunque necesitaba haberlo escuchado, me di cuenta de que me hacía daño. De que quizás necesitaba alguien me perdonase.


- Espera- Note su voz desesperada a la vez que me sujeto de la muñeca- Lo siento, no quise decir todo aquello.- Me abrazó, y yo llore en su pecho mojando su camiseta. Lloré todas aquellas lágrimas que había retenido en algún momento.- Te quiero hija, perdóname- Susurro mientras besaba mi cabellera.- Yo no sabía lo que estaba diciendo, lo siento, perdóname.

Al fin nos separamos y yo asentí perdonándolo.

- ¿Decías que mama esta en tu casa?
- Si- Afirmé
- Entonces, vamos a atormentarla un rato- Sonrió burlón y alcanzo su abrigo mientras me empujaba para salir de aquella vieja casa.


Montamos en el viejo coche de Ted, y nos pasamos todo el camino en silencio. Sólo esperaba que se le estuviese ocurriendo una buena declaración de amor. Y también esperaba que mama le correspondiese.


- Y bien, ¿Qué has pensado?- Le pregunté cuando ya estabamos a pocos metros.
- No se- Se encogió de hombros.
- ¿Cómo que no sabes?- Me alarmé.
- Ya me ocurrirá algo en el momento.


Gracias a dios, había un aparcamento delante del departamento. Salimos del coche y lo cerre con llave. Subimos los escalones y cuando llamé a la puerta se me olvidó mencionarle algo bastante importante.


- Oye papa.
- ¿Si?- Preguntó sonriendo.
- Se me ha olvidado comentarte una pequeña cosita.
- Pues dime amore


Sonreí ante su italiano. 

Estaba nerviosa, solo yo podía acordarme de lo sobreprotector que podía llegar a ser Tom. Y más aún después de la esperiencia de Alonso. ¿Y ahora que debía decirle? Que tenía de compañero de piso a un hombre, que era mujeriego, que quizas me encontraba enamorada, Y que… “estabamos de noviazgo”

- Cariño, reaaciona- Dijo riendose.

“Ya voy”, Sonó una voz al otro lado de la puerta, acompañado de unos firmes pasos por el parqué del pasillo. Mi padre giró su cara estrañado mientras me miraba, y de alguna manera, vi como sus dientes se afilaban, su cuerpo de volvía más musculoso y ardía llamas a su alrededor.

- Lo que quería decirte es que…- La puerta principal del departamento se abrió, y ante mi y mi padre, apreció Ted con solo unos calzones rojos, con una pegatina justo en su “cosa”, que ponía: Chupa chupa.


Muy bien echo Ted, pensé para mis adentros



1 Comentarios:

Unknown dijo...

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