Prometo publicar más seguido en esta Semana Santa ! Espero que les guste el nuevo capítulo ;)

Epílogo: SIN VIDA, NO VIDA.

Abro los ojos, despacio, muy despacio porque siento los párpados cansados, apesadumbrados y latosos. Es como si pequeñas tira de hilo cargaran de ellos, y me aterroriza hacer un movimiento demasiado rápido y resquebrajar me en trocitos. Me siento débil. Me siento cobarde. Me siento destrozada.

Poco a poco puedo vislumbrar mi cuarto, ni siquiera se como he llegado asta aquí, porque ya ni siquiera, puedo dormir plácidamente  Seguro que he tenido una pesadilla. Estoy en mi cama, con un pijama de franela y me siento magullada y llena de grietas. Puedo distinguir un escritorio morado a unos cuatro pasos de donde estoy ,además, mi mesita de noche morada, mis paredes moradas...¿Porque pinte todo tan de morado? Ya no me acordaba, y tampoco tenía la necesidad, porque quizás podría recordar más de lo que me gustaría y llegar al punto de porque me siento tan vacía. Tengo la terrible sensación de haberlo perdido todo y me siento completamente desamparada. Nunca había experimentado nada como esto. Era incluso como si no tuviese órganos y me moviera por pura monotonía. 

Me fije en la gota que repiqueteo contra el cristal de mi ventana, y entonces fue ahí cuando me di cuenta de que todo estaba nublado ¿Por que divisaba todo tan distorsionado? 

Entonces... llego el peculiar momento en el que me acorde. Me acorde más de la cuenta. Me acorde de las lágrimas de ayer. Me acordé de ese sentimiento de abandono. Y otra vez, las lágrimas retomaron el camino que habían establecido durante varios días.

No quería levantarme de la cama, porque de alguna manera el calor de las sábanas conseguían reconfortarme una pizca. Sentir el calor, me recordaba que seguía viva, aunque a veces, no sabía muy bien si aquello era un privilegio o más bien un martirio, que regresaba cada mañana para no abandonarme hasta la noche en el momento exacto en el que conseguía un minuto de paz para poder descansar mis ojos y mi sufrimiento.

Sin duda el frío no me gusta. Me estremecí ante tal idea. El frío era algo del otro mundo. Era como sentirse aún más abandonada, mas insegura, más dolida. El frío daba sensación de... blanco, como la nieve. Era frío. Era el invierno.

Ni siquiera entendía porque aquella palabra que tan poco me gustaba, se relacionaba con la navidad. La familia junta, los villancicos.

El frío, era solamente eso, frío. No era amor familiar, ni niños revoloteando al rededor de la hoguera. El frío debería ser frío. Debería ser soledad, tristeza, añoranza y, culpabilidad... Vamos, como yo lo veía.

No sabía bien porque, pero siempre que pensaba en el frío, una imagen se proyectaba en mi cabeza. Piel blanca,  sin felicidad. Piel fría, sin vida. La imagen de Cristina en el ataúd se presento en mi mente de forma descabellada. Quizás era por eso por lo que odiaba el frío.

Me golpee la frente hasta dejar de imaginar fantasmas. Pero su nombre seguía rulando por mi cabeza, sin querer dejarme un minuto de paz, de gloria.

Su entierro fue justamente hace un meses, y no me moví de la cama. Ni siquiera quise acordarme demasiado de aquello, pero aquel maldito pensamiento tenía la clave para entrar en mi mente cuando se le antojaba. Ese día soñé con ella, soñé con su cabello sin vida y con ese azul esmeralda tapado por los parpados de sus ojos. De nuevo, sin vida.

Volví a golpearme la cabeza, no quería ni quiero recordarlo. Sabía que había estado mal no ir a su entierro, pero ir, era demasiado, era aceptar que nunca más estaría conmigo. Sería aceptar que nuestras noches de pizzas, nunca jamas, volverían a existir. Admitiría que ya no podré oír el apacible sonido de su risa, ni su voz tímida cuando hablaba en presencia de bastante personas. No podría ir de fiesta con ella, ni tampoco cogerla de la mano y sentir su característico calor. Un calor que pensé un día que nunca la abandonaría.
Sin embargo, a ella la abandono el calor, y a mi me abandono ella.

Me moví un poco en la cama, intentando encontrar una posición más cómoda, sin embargo, cuando se piensa en ella, nada es cómodo.
Intenté alejarla de mi pensamiento un segundo y allí fue cuando encontré el desayuno a mi lado con una nota.
Por favor, esta vez comete lo todo. Te quiero.

No venía escrito quien me lo mandaba con el desayuno,  pero bien sabía yo que se trataba de mi dulce madre. Ella siempre tan preocupada por mi. Me acuerdo del día que la grite, ella no se lo merecía. Pero yo tampoco me merecía todo esto.

Llegué a la conclusión que las personas buenas siempre sufren más que las malas.

Ser mala persona debería estar bien. Nunca me preocuparía por nadie, por ende, nunca sufriría por la pérdida de nadie. Nunca amaría, nunca me compadecería del dolor de las demás personas. Quizás es otra segunda opción de porque no me gusta el frío. Porque yo no soy fría.
Yo amo, yo siento, yo quiero.

Dejo el desayuno donde esta, no toco nada. No es que no quiera complacer a mi madre, simplemente no tengo hambre. Decido levantarme, aunque al segundo me arrepiento ante la oleada de frío que choca contra mi cuerpo produciéndome escalofríos y haciéndome temblar de arriba abajo. Sin embargo sigo hacia delante.

Me visto de blanco, ni siquiera se muy bien porque lo hago. Tanto significa pureza, como frío. No vida. Quizás hoy quiera acompañarla en un sentido metafórico.  Sonrió. Mi primera sonrisa desde hace bastante tiempo. Y por ello sonrió aún más.

Hoy me siento Cristina, hoy me siento otra vez amiga suya y por ello decido vestirme de blanco. Decido que vea donde quiera que este, que yo si la acompaño. Me maquillo pálida, aún más de lo que soy, y me pinto los labios rojos, como la sangre tan pura que aquel bastardo derramo del cuerpo de Cristina apuñalando la.  Aunque ahora su sangre se encontrará más apagada que de lo normal, así que decido cambiar de rojo pasión a uno más opaco.Y por último me dejo el pelo suelto, porque a ella siempre le gustaba así.

Me siento delante de mi tocador, y me cepilló el pelo.

Sin darme cuenta, el tiempo pasa, y yo mientras sigo mirando mi reflejo demacrado en el espejo. Sonrió. Segunda sonrisa. Sonrió porque me siento fiel a ella. Seguro que aquello le gusta.
La noción del tiempo se me pierde, y después de haberme cepillado cada mechón de mi cabello más de veinte veces decido agarrar mi mochila. Hoy será, como mi primer día de clase.

Me asomó por las escaleras, y escucho la discusión de mis padres, pero no estoy atenta, porque me da igual sus discusiones. Pongo un pie en el primer escalón y observó como aquel griterío de voces se disipa para mirarme atónitos. ¿Quizás este fea? No creo que sea eso, seguramente sea la sorpresa de ver a su hija después de un mes.

No dicen nada, absolutamente nada. Abro la puerta de la calle y me aventuro extraña a salir. El silencio de antes es cambiado por algún sonido que otro. Y eso me reconforta un pelín más. Por que el silencio, es frío, y el frió es no vida.

Paso por algunos parques... y de repente algo vuelve.
No sabría como llamarlo, nunca lo supe, pero vuelve. Cuando menos te lo esperas esta ahí, para recordarte que no puedes ser feliz, que ella ya no esta. Pongo mi mano en el pecho intentando reprimir aquel dolor tan desgarrador, y caigo al suelo de rodillas. Las lágrimas ruedan por mis mejillas, y hago fuerza en mi interior. Y aunque este dolor me ataca más de vez en cuando, sigo sin admitir que todo haya acabado.
Al parecer tan rápido como vino se va, y ni siquiera se si eso es mejor eso.
Me recompongo, y sin ganas de nada, lloró abiertamente. Relamo una lágrima que cae en mi labio superior y la notó amarga.

Miró al cielo, debería darme prisa si quiero llegar a su casa.

Después me siento en las escaleras de su porche, esperando a que salga. Porque siempre era yo la que la esperaba para llegar juntas al colegio. Y llegar sin ella, sería como llegar sin nada.
De repente la puerta chirría al abrirse y me ilusiono, pero al girar la cabeza me doy cuenta de que es su padre el que esta allí ¿Quizás este borracho? No lo sabía, pero poco importaba, porque no me pensaba dejar echar por aquel tipo.

- Ey pequeña ¿Qué haces aquí?
- Nada- Sollocé.
- ¿Esperas a alguien?- Pregunto poniéndose de cuclillas para llegar a mi altura..
- A cristina- Lloro aún más.
- Yo- Se empieza a poner nervioso- Ella ya no esta aquí- Dice, mientras acaricia las ondas de mi cabello con su mano.- Se fue.
- ¡Te crees que no lose!- Chille, aparte sus mano y pude notar como irradiaba con la misma fuerza que Cristina aquel calor tan caracterizan te,  por un momento tuve la necesidad de abrazarle, de sentir que era ella, pero él nunca podría ser ella. Me tapo la boca. Es la primera vez en todo este tiempo que reconozco su muerte.- Todo fue por tu culpa- Digo, aún destrozada- si no hubieras estado en un bar bebiendo ahora ella estaría viva.
- Yo no estaba bebiendo, estaba intentando volver con su madre y que volviéramos a ser una familia. Nadie tiene la culpa.
- ¡Si! Alguien debe de tenerla, ese bastardo...- Digo llena de ira por quien la mato
- Esta muerto, y ella también. Es hora de aceptarlo.
- ¡No quiero!
- Ven- Dijo abriendo sus brazos para abrazarme. Y no se muy bien si es porque tenía frío, porque le creía, o simplemente porque necesitaba cariño, me tire hacia él y le abracé fuertemente. Tan fuerte que casi le estrujo.
- Ey pequeña- Me acarició la mejilla- Me vas ahogar- y me reí. Tercera risa.
- La echo de menos- Dije, sin poder contener el brote de lágrimas.
- Yo también. Daría todo por tenerla de nuevo conmigo, por poder pedirla perdón, por abrazarla...
- Yo también- Asentí mientras seguía entre sus brazos, porque tenía miedo de desvanecerme asta el suelo.
- No viniste- Dijo, y supe perfectamente a lo que se refería. Me aleje y volví a sentarme en el escalón del porche.
- Ya.
- ¿Por que?- Preguntó, sentándose a mi lado.
- Yo no quería esto- Negué con la cabeza.
- Nadie lo quería.
- No quiero hacerle frente. Pensé que quizás si no asistía no tenía porque ser realidad todo esto yo...- Me llevé las manos al rostro, mojándome con mis propias lágrimas.
- Ey enana- Y me volvió a abrazar.- Me han dicho que no vas al colegio- Dijo después de un rato.
- Es cierto- Me restregué la manga con cuidado para no mancharme de rimel
- Mira- Tomo una de mis manos- Hay días que me dan ganas de mandarlo todo a la mierda. De no salir, de encerrarme en casa y dormir en su cuarto recordándola día y noche. Porque pienso que a ella le gustaría saber que la echo de menos. Pero sabes lo que verdaderamente pienso que ella quiere que hagamos, que sigamos hacia delante. Que seamos felices. No quiere que la olvidemos, claro que no. Pero tampoco quiere vernos sufrir por su muerte de esta manera.
- Si, quizás tienes razón.
- ¿Si fueras tu ella que querías?
- Lose- Asentí un poco más calmada.-Sin embargo siento que la traicionó si dejo de recordarla.
- No pienses eso, ella sabe que la echas de menos, de eso estoy seguro.

Después me quedé un rato más entre sus brazos y cuando se volvió al interior de la casa seguí pensando en toda la conversación que mantuvimos. Quizás el tenía razón. Volví a cargar la mochila en mi hombros y caminé sola hacia el colegio. Porque ahora ella ya no estaba para acompañarme.

- ¿Se puede?- Fue lo primero que se me ocurrió decir cuando abrí la puerta de mi aula. Era tercera hora, sabía perfectamente que llegaba más que tarde, y aún más sabía que nadie esperaba justamente hoy mi llegada.
- Hombre- Dijo Rocio mirándome con pena y felicidad entremezcladas- Claro que si, seguro que estamos todos encantados por volver ha tenerla en clase.
 Me limitó a sonreír forzadamente mientras tiró la mochila al suelo y tomo asiento haciendo demasiado ruido.
- A ella si la deja pasar, ¿Y a mi me tienes que dar un discursito?- Dijo Sandra. Por el sonido de su voz me podría aventurar a adivinar que se encontraba una fila detrás mía horizontalmente, mientras que verticalmente en el medio.

Sandra y yo ya no nos hablamos. Ya no hay nada para estar juntas, cada una tomo un camino diferente. Parece como si no le importará la muerte de Cristina. Ella siguió fácilmente su camino. Ahora esta con Pedro y como yo misma dije en un primer momento los dos se volvieron drogatas. Al parecer Pedro recayó y Sandra como se encontraba sola después de la muerte de nuestra amiga se unió a él. Ni siquiera quise girar la cabeza para mirarla. No hice ningún movimiento, fue como no haberla escuchado.

- Sandra, cállate- La ordenó Rocio.- Y bueno- Volvió a sonreír -¿Alguien podría ofrecerse para ayudar a Elsa por todos estos días que estuvo ausente?- Nadie levantó la mano, me sentí realmente marginada, pero no me importaba, la verdad es que debería parecer rara y deprimente en esos momentos.
- Yo- oí la voz de un chico bastante familiar, cuando le miré me di cuenta que era Rub. ¿Qué hacia el aquí? Ah claro, se me olvidaba que al morir Cristina un alumno se pasaría a esta clase.
- Pues ya esta dicho todo, espero que te sientas cómoda- Me dijo por último y después siguió dando su clase, aunque de vez en cuando me miraba.

Todas las horas me las pase ignorando a los profesores, mirando por la ventana, ensoñada. ¿Qué por que venía entonces? No lose, quizás para no recordar demasiado a Cristina, o quizás para hacer algo con mi vida. Todos los profesor se portaron bien conmigo y más de uno, o por no decir todos, no me iban a examinar, decían estar seguros sobre mi sabiduría en sus materias.

Después en el recreo Rub se acercó a mi para ofrecerme pasar el tiempo con él, pero yo no quería atarle. Además no teníamos nada de que hablar y no tenía ganas de conversar. Así que me senté en aquel banco, en ese en el que tantas veces me senté con Cristina y me comí el almuerzo sola. El timbre sonó más rápido de lo que me hubiera gustado, y una lágrima calló por mi mejilla. Me lleve dos dedos a los labios, los bese y después estampe aquellos dos dedos en el habitual asiento de Cristina.

En una de las clases no pude contener las lágrimas y salí corriendo al baño para que nadie pudiera verme así de destruida. Me miré en el espejo y maldije a todo el mundo y al destino. Maldije al colegio, a mi casa, a la del vecino, a todo.
Más tarde, cuando me encontré más calmada volví a clase, nadie dijo nada. Ese era el efecto que solía provocar, silencio y además miradas en mi, menos la de Sandra, que susurró algo así como.

- Patético.
- ¿Patético?- Pregunté en voz alta, produciendo que Sandra levantara la mirada de su hoja para mirarme. Estaba realmente fea, seguro que como yo. Todo el mundo se quedo mirando y asta el mismísimo profesor no supo bien que hacer.
- Si, patético- Volvió a repetir, esta vez más segura, más firme,y mirándome a los ojos, a los ojos de una ex amiga.
- ¡Patética eres tú!- La grite, algo que nadie se esperaba- Patético es que tu mejor amiga se muera y que sigas con tu asquerosa vida. ¡Asco! eso es lo que me das- Comencé encolerizada- seguro que si Cristina pudiera estar en estos momentos aquí te escupiría en la cara.
- ¡Basta!- Dijo el profesor.
- Patético es ver tu cara de drogata- Volví a repetir, sin haber escuchado hablar al profesor.
- Basta ya- Se levanto de la silla.
- ¿Así? ¡Por lo menos yo voy a su entierro!- Chilló Sandra.
Me quedé muda, tenía razón, debería darme vergüenza.  No sabía que contestar, pero gracias a dios el profesor me agarro del brazo e intentando ser lo más delicado posible me arrastro fuera de clase.
- No quiero volver a ver eso en mi clase ¿Entendido?- Dijo intentando parecer cabreado, pero aún así podía notar la pena en sus ojos. La pena que he estado viendo en los ojos de todos.
- Si- Suspiré.
- Ahora entrarás y te sentarás, y ya esta- Me ordenó.

Y así lo hice. No volví a mantener miradas con Sandra, ni ha hablar la  .
Ella nunca me perdonaría no haber asistido al entierro y yo nunca la perdonaría haber seguido con su mierda de vida tranquilamente. 
De amigas, a enemigas.
Las clases siguieron pasando y a veces mi mirada se desvía al asiento vació en donde se sentaba Cristina, todo aquello era tan raro...
Al salir, como siempre me dirigí a la taquilla y saque los libros, entonces alguien la cerro de un golpe y pude ver a Rub sonriéndome.

-  Vaya- Dijo sorprendido- Lo de antes ha sido alucinante.
- No- Dije ladeando la cabeza y mirando al suelo.- Eso ha sido avergonzarte.
- A mi me ha gustado- Se encogió de hombros- Ya sabes, hacia bastante tiempo que todo el mundo quería decirle en la cara lo que tu has dicho.
- ¿Y por qué nunca lo hiciste?- Dije mientras caminábamos hacia afuera.
- No lose. Por cierto a mi no me parece patético, hay muchas personas en el mundo y entiendo que a ti te cueste asimilar todo esto, a mi también me costo, pero tu eras su mejor amiga, y no es comparable conmigo.
- Ya.
- Dentro de poco acaban las clases ¿Qué harás entonces?
- La verdad es que no lose- Sonreí, pero forzadamente- Los profesores ya me dieron sus notas, y hay muchas universidades en las que puedo entrar. Antes la autónoma era mi sueño, bueno- Rectifique- el mio y de Cris. Pero ahora sin ella... no se si me atreveré.
- Claro que si, tu sabes que puedes.
- Ya es sólo que... era más su sueño que el mio ¿Sabes? Yo simplemente la seguía.


Nos plantamos delante de los escalones y al levantar mi rostro no pude creérmelo . Todo parecía volver a la rutina, sin embargo ella faltaba. Le vi, parecía más bien un recuerdo del pasado que el mismo presente que se me presentaba.

Aunque esta vez no pensaba quedarme parada en el cuarto escalón observando como aquella horripilante rubia se colgaba de su cuello y le besaba, lo peor de todo es que el la sonreía y correspondía. Aquello sin duda fue como una gran estocada, una bien grande.

El dolor que me invadió cuando Alonso me dejo fue grande, sin embargo la muerte de Cristina logró hacer de ese dolor como un pequeñito pellizco que a veces surgía. Pero ahora, era más bien como un huracán que me barría a su paso, que me destruía.

Ahora era yo la moto. Ahora era yo la moto destruida a la que el huracán volvía a pisotearla por encima. Ahora mis piezas estaban dispersas por todo el mundo, con una imposibilidad de volver a montarlas. Si solo pudiese volver al pasado, volver ha ser yo aquella rubia que se colgaba de su cuello alabándole, mientras que mi mejor amiga estuviese a mi lado, volví sentí ese dolor en el pecho y me lo agarré firmemente, intentando no caerme al suelo.

Todo aquello era demasiado. Todo el mundo había seguido su vida.

Sin darme cuenta los ojos de él se encontraban posados en los míos,  pensé en retirar mi mirada de la suya ¿Pero ya que más daba? Porque no permitirme contemplarle durante unos segundos más, después... en el silencio de mi habitación, ya se harán cargo las oleadas del dolor de llevarme hacia aquel lugar oscuro y solitario que tanto visitaba. Tenía ganas de decirle que le iba a echar de menos, que les estaba de menos. Tenía ganas de dejar de hacer como si no nos hubiésemos conocido nunca, deseaba aunque sea un beso, el último, el penúltimo, cualquiera...

Y cuando baje todos los escalones posibles por bajar, acabe con todos los segundos posibles para mirarle, entonces una mano se poso en mi hombro, me giré desconfiada pero más tarde me calme al darme cuenta de que Rub seguía a mi lado. Este sujeto mi rostro y se llevo mis labios hacia los suyos. No me opuse, no veía porque hacerlo. Era el único amigo y no quería perderle, me sonrió y seguimos caminando, pero esta vez su mano se  estableció en mi cintura.

- Se lo merece por cabrón- Dijo sonriente.
- ¿Quién?
- Aquel asqueroso engreído que te echaste una vez de novio, se merece que sepa que tu ya no eres suya y que ha perdido a la mejor mujer del mundo- Y ahí fue cuando me di cuenta de que él sólo lo había echo para devolverle el golpe a Alonso, y me alegre.
Y al final, me di el placer de mirarle por última vez, así que mientras Rub hablaba y seguía maldiciendo a Alonso, yo me giré y me sumergí en esos ojos color café que me estaban mirando. La tensión que afloro en ese momento no podía quebrarse ni con el objeto más afilado y resistente del mundo.
Y fue ahí cuando me di cuenta, de que el daño estaba echo y de que yo, nunca podría comportarme más como una persona normal, ni siquiera como la Elsa de antes. Ahora todo estaba claro, aquella vez sería la última vez que pisaría este suelo.
- Me voy- Dije de repente.
- Déjame acompañarte anda- Casi suplico Rub.
- Vale- Sonreí natural- pero me refería a que me voy de este pueblo.
- ¿Te vas?- Preguntó sorprendido- ¿Cuando?
- No lose- Me encogí de hombros- Es una decisión que acabó de tomar, me mudo.

1 Comentarios:

María. dijo...

HOLAAA :)
NOOOOOO CRISTINA ESTÁ MUERTA? JODER QUIÉN ES EL MAL NACIDO QUE LA HA MATADOQ UE ME LE CARGO YO BUUUAH CON LO BIEN. QUE ME CAÍA. He llorado y todo :'(
Me encanta como escribes, espero la 2 parte
ADIÓS UN BESOOOO :)

Publicar un comentario